La Prensa Gráfica publicó una serie sobre el paso por El Salvador y Centro América de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, jefe del Cártel de Sinaloa. Reproduzco aquí esos textos, con algunas ediciones mías, que, además de hablar sobre los pasos del Chapo hablan sobre el desarrollo del crimen organizado en El Salvador y sobre su infiltración en el estado nacional. Buena parte de esta investigación sirvió de base para mi libro Infiltrados: Crónica de la corrupción en la PNC. (El sitio especializado InSight Crime ha hecho un excelente resumen de algunos capítulos del libro en español y en inglés.
Esta es La huella del Chapo Guzmán en El Salvador
Uno de los primeros ingresos registrado
de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, a Centro América
ocurrió en 1993. El 4 de junio de ese año, una caravana de
vehículos en la que viajaban varios miembros del Cartel de Sinaloa
llegó a Guatemala. Cinco días después, el 9 de junio, el Chapo y
los suyos salían rumbo a El Salvador. Iban a recoger cinco kilos de
cocaína al Puerto de Acajutla, en Sonsonate. Así lo relató dos
décadas después el jefe de la inteligencia guatemalteca que, en
1993, seguía la huella del Chapo Guzmán.
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Al llegar al kilómetro 25 de la
carretera que conduce a El Salvador, la policía guatemalteca,
dirigida por el jefe de la inteligencia, detuvo al Chapo. El 11 de
junio, los guatemaltecos entregaban a Guzmán a sus homólogos
mexicanos: como el sinaloense no tenía procesos pendientes en
Guatemala, los chapines lo deportaron por indocumentado. Antes de
eso, en interrogatorios extraoficiales, el Chapo confirmó que
operadores del Cártel de Medellín habían puesto cinco kilos en
Acajutla y que él era el encargado de recogerlos.
El oficial guatemalteco de inteligencia
pasó la información a las autoridades salvadoreñas. Aquel oficial
es hoy presidente de su país. Se llama Otto Pérez Molina y confirmó
su episodio con Guzmán Loera en 2011, cuando una cadena mexicano lo
entrevistó.
Pérez Molina dijo, en esa entrevista,
que en 1993 el Chapo le pareció un operador menor. No parecía
faltarle razón: cinco kilos era una cantidad pequeña en aquellos
años en que los carteles colombianos, sobre todo el de Medellín,
tenían ya copado el tráfico de drogas en el triángulo norte de
Centro América, sobre todo gracias a sus contactos con oficiales de
los ejércitos de Honduras, Guatemala y El Salvador, según consta en
documentos estadounidenses.
Para inicios de los 90, cuando los
procesos de paz centroamericanos trajeron depuraciones más o menos
exitosas a los ejércitos de la región y la muerte de Pablo Escobar,
el capo de Medellín, abrió la puerta a la entrada de los carteles
mexicanos a Centro América, operadores como el Chapo Guzmán
utilizaron a socios locales para expandir su influencia.
Cable de EUA que habla sobre penetración del narco en el ejército. |
Un documento
interno de la fiscalía salvadoreña, escrito por un fiscal que llevó
casos de drogas entre 1989 y 1993, también da fe de la relación
narcotráfico-autoridades y del papel de mexicanos y colombianos en
el mapa salvadoreño. “A los narcotraficantes que habían tenido
protección de algunos militares desde 1985, las fuentes nos decían,
les venían golpes de la UEA, que ya empezaba a estructurarse con el
narcotráfico con la protección de otros militares y contactos
(venidos) de México”, dice el informe, en poder del autor.
Dos maleteros en Ilopango
A mediados de los
80, la base aérea de Ilopango estaba llena de sub-contratistas de la
CIA relacionados con la operación Irán-Contras y de oficiales
salvadoreños que tenían nexos con el Cártel de Medellín. En el
aeropuerto trabajaban dos maleteros, Miguel Ángel Pozo Aparicio y
Élmer Bonifacio Medrano Escobar. El primero fue el autor intelectual
de la primera masacre relacionada al crimen organizado en El
Salvador, la de siete miembros de una familia, los Gaytán, en el
reparto Valle Nuevo de Ilopango. El segundo era, en 2011, el
principal nexo del Chapo con El Salvador, según agentes de
inteligencia policial en San Salvador y Tegucigalpa.
De acuerdo al
informe fiscal citado arriba, para 1992, Pozo Aparicio y su grupo ya
movían y almacenaban droga que el cartel de Sinaloa compraba a los
herederos de Medellín en bodegas salvadoreñas. Una de ellas estaba
en una hacienda conocida como La Marranera. Dos ex oficiales de
inteligencia salvadoreños y un ex fiscal que vio casos de
narcotráfico en aquellos años coinciden en que la cocaína que el
Chapo iba a recoger a Acajutla en 1993 era parte de los cargamentos
que Sinaloa también movía a través de estructuras como las de
Pozo.
El
informe de la fiscalía salvadoreña dice que la UEA encontró en La
Marranera, en 1992, “importantes kilos” de cocaína. El informe
no habla de un decomiso, sino de un tumbe,
nombre que en el lenguaje de narcotraficantes se da al robo entre
grupos del crimen organizado.
En aquellos expedientes judiciales e informes
confidenciales que agentes salvadoreños elaboraron a partir de
testimonios recabados en los noventa ya constan, de hecho,
contrabandistas o narcotraficantes que construirían sus círculos de
influencia gracias a las alianzas con algunos agentes de la UEA y a
sus contactos con narcos colombianos y mexicanos. Uno de ellos es
Medrano Escobar, cuyo nombre aparece en los oficios que levantó la
UEA entre el 28 y el 30 de enero de 1992, tras las primeras capturas
por el tumbe de La Marranera.
En 2011, la inteligencia policial salvadoreña presentó
al ministerio de Seguridad un perfil revisado de Medrano Escobar
luego que un reportaje periodístico revelara que la banda de
narcotraficantes Los Perrones, del oriente salvadoreño, había
reemprendido sus conctactos con el Chapo Guzmán y Sinaloa.
El reporte reitera que Medrano Escobar y Pozo Aparicio
se conocieron en los 80 en Ilopango. En 1991, dice ese informe,
Medrano Escobar utilizaba una empresa fachada, la Sociedad
Importadora IMCOBA, para traer fardos de ropa desde Panamá; “en el
interior de algunos fardos transportaban droga, que luego
transportaban a La Marranera”, se lee. Medrano fue capturado en
1992 y en1995 por delitos relacionados al tráfico de drogas; en
ambas ocasiones salió libre al poco tiempo.
Otro informe de 2011 detalla que Medrano Escobar se
reunió con el Chapo Guzmán en La Brea, en el Atlántico hondureño
entre el 24 y el 27 de noviembre de ese año. Un equipo de vigilancia
de la policía salvadoreña detalla, en ese informe, que Medrano
Escobar y otros miembros de la banda Los Perrones salieron de
Pasaquina, en La Unión, el 23 de noviembre en una caravana de
vehículos todoterreno. En Tegucigalpa, un asesor del ex presidente
hondureño Ricardo Maduro, confirmó los contactos entre el Chapo
Guzmán y narcos salvadoreño y de Honduras. “Se reunían en la
zona de Atlántico y también cerca de El Paraíso”, dijo.
El perfil de Medrano Escobar insiste en que buena parte
de sus movimientos, en sus inicios, partieron de sus contactos y
experiencias en Ilopango. “Cuando lo arrestaron en 1995 le
decomisaron un carné de Aeronáutica Civil (de sus días en el
aeropuerto).
El prólogo a mediados de los 80
El centro neurálgico de trasiego de
cocaína en El Salvador había sido, desde 1985, el aeropuerto de
Ilopango, administrado por la Fuerza Aérea salvadoreña para todos
los efectos prácticos. Por ahí entraban toneladas de cocaína desde
Medellín. Así lo revelan varios documentos oficiales que Estados
Unidos desclasificó a finales duratne los 90 sobre tras el escándalo
Irán-Contra, la operación extraoficial ideada por la administración
Reagan para abastacer a la Contra nicaraguense que utilizó a
Ilopango como punto de embarque y desembarque.
Un informe del Congreso de Estados
Unidos da cuenta del narcotráfico ligado a Ilopango. Es el resultado
de una investigación especial dirigida por John Kerry, en 1986
presidente del subcomité de terrorismo, narcóticos y operaciones
internacionales del senado, y desde 2012 secretario de estado de
Estados Unidos.
Uno de los apartados del informe Kerry,
publicado en octubre de 1986, revela que Washington pagó $806,000 a
conocidos narcotraficantes para que llevaran ayuda a los contras a
través de Ilopango. Uno de ellos era George Morales, un operador del
Cartel de Medellín radicado en Miami. En 1983, Gary Betzner y
Richard Healey, dos pilotos que movían droga para Morales,
aterrizaron en Ilopango un DC-3 cargado de minas, explosivos y
drogas.
Documento del FBI en el que Posada Carriles revela tratos con la FAES. |
En la entrevista con los federales en
Honduras, Posada detalla sobre los sobornos que pagaba al general
Juan Rafael Bustillo, mandamás de la FAES, por gasolina y por el uso
de la base aérea para el trasiego de armas y drogas.
“Posada tenía una cuenta con
Bustillo y sus asistentes en la que depositaba dinero (a cambio) de
gasolina para reabastecer los aviones de la operación... Posada
pagaba entre $20,000 y $50,000 por gasolina a los salvadoreños...
dinero que proveía el gobierno de Estados Unidos como ayuda
externa”, dice un cable secreto del FBI que recoge la entrevista
realizada en Tegucigalpa el 7 de febrero de 1992.
Armando Calderón Sol, hombre fuerte de
ARENA y alcalde de San Salvador, revelaría en 1990 a oficiales de la
embajada estadounidense que un grupo de oficiales del ejército
salvadoreño se dedicaba al narcotráfico.
Durante una reunión realizada el 5 de
febrero de 1990, en la que estaban presentes Alfredo Cristiani,
entonces presidente, y un oficial norteamericano no identificado,
Calderón Sol dijo: “hay elementos oscuros en la Fuerza Armada que
tienen conexiones con las drogas y otras operaciones ilegales”. En
la reunión se discutía la participación de altos oficiales del
ejército en los asesinatos de seis sacerdotes jesuitas y dos
empleadas en noviembre del año anterior. Todo está consignado en el
cable del Departamento de Estado SA001920.
La línea del tiempo del narcotráfico
en El Salvador, en la que en 1993 aparece por primera vez Joaquín
Archivaldo Guzmán Loera, arranca en Ilopango, hace escala en los
cinco kilos de cocaína de Acajutla -aun hoy el Departamento de
Estado y la ONU señalan al principal puerto salvadoreño como punto
de trasiego en el Pacífico centroamericano- y continúa en el
oriente, con los mismos operadores.
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