lunes, 3 de marzo de 2014

La huella del Chapo en El Salvador (Parte I)





La Prensa Gráfica publicó una serie sobre el paso por El Salvador y Centro América de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, jefe del Cártel de Sinaloa. Reproduzco aquí esos textos, con algunas ediciones mías, que, además de hablar sobre los pasos del Chapo hablan sobre el desarrollo del crimen organizado en El Salvador y sobre su infiltración en el estado nacional. Buena parte de esta investigación sirvió de base para mi libro Infiltrados: Crónica de la corrupción en la PNC. (El sitio especializado InSight Crime ha hecho un excelente resumen de algunos capítulos del libro en español y en inglés.

Esta es La huella del Chapo Guzmán en El Salvador




1993-2000. Cinco kilos en Acajutla: entrada y lucha por territorio.


Uno de los primeros ingresos registrado de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, a Centro América ocurrió en 1993. El 4 de junio de ese año, una caravana de vehículos en la que viajaban varios miembros del Cartel de Sinaloa llegó a Guatemala. Cinco días después, el 9 de junio, el Chapo y los suyos salían rumbo a El Salvador. Iban a recoger cinco kilos de cocaína al Puerto de Acajutla, en Sonsonate. Así lo relató dos décadas después el jefe de la inteligencia guatemalteca que, en 1993, seguía la huella del Chapo Guzmán.
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Al llegar al kilómetro 25 de la carretera que conduce a El Salvador, la policía guatemalteca, dirigida por el jefe de la inteligencia, detuvo al Chapo. El 11 de junio, los guatemaltecos entregaban a Guzmán a sus homólogos mexicanos: como el sinaloense no tenía procesos pendientes en Guatemala, los chapines lo deportaron por indocumentado. Antes de eso, en interrogatorios extraoficiales, el Chapo confirmó que operadores del Cártel de Medellín habían puesto cinco kilos en Acajutla y que él era el encargado de recogerlos.

El oficial guatemalteco de inteligencia pasó la información a las autoridades salvadoreñas. Aquel oficial es hoy presidente de su país. Se llama Otto Pérez Molina y confirmó su episodio con Guzmán Loera en 2011, cuando una cadena mexicano lo entrevistó.

Pérez Molina dijo, en esa entrevista, que en 1993 el Chapo le pareció un operador menor. No parecía faltarle razón: cinco kilos era una cantidad pequeña en aquellos años en que los carteles colombianos, sobre todo el de Medellín, tenían ya copado el tráfico de drogas en el triángulo norte de Centro América, sobre todo gracias a sus contactos con oficiales de los ejércitos de Honduras, Guatemala y El Salvador, según consta en documentos estadounidenses.

Para inicios de los 90, cuando los procesos de paz centroamericanos trajeron depuraciones más o menos exitosas a los ejércitos de la región y la muerte de Pablo Escobar, el capo de Medellín, abrió la puerta a la entrada de los carteles mexicanos a Centro América, operadores como el Chapo Guzmán utilizaron a socios locales para expandir su influencia.

Cable de EUA que habla sobre penetración del narco en el ejército.
En El Salvador, los reacomodos en el bajo mundo del narcotráfico implicaron, también cambios en los círculos oficiales de influencia. Un cable enviado desde San Salvador por un agregado militar estadounidense al Departamento de Defensa (DOD, en inglés) en 1991 da cuenta de vendettas en el ejército relacionadas con drogas. “El Embajador felicitó a la unidad antidrogas salvadoreña (la UEA) por recientes decomisos de drogas... Hay una campaña (de desprestigio) conducida por algunos (oficiales) cuyas manos están sucias... Un militar arrestado recientemente por narcotráfico dijo a un oficial (de la UEA) que pronto estaría cantando con los ángeles”, dice ese cable, el SA011079.

Un documento interno de la fiscalía salvadoreña, escrito por un fiscal que llevó casos de drogas entre 1989 y 1993, también da fe de la relación narcotráfico-autoridades y del papel de mexicanos y colombianos en el mapa salvadoreño. “A los narcotraficantes que habían tenido protección de algunos militares desde 1985, las fuentes nos decían, les venían golpes de la UEA, que ya empezaba a estructurarse con el narcotráfico con la protección de otros militares y contactos (venidos) de México”, dice el informe, en poder del autor.

Dos maleteros en Ilopango

A mediados de los 80, la base aérea de Ilopango estaba llena de sub-contratistas de la CIA relacionados con la operación Irán-Contras y de oficiales salvadoreños que tenían nexos con el Cártel de Medellín. En el aeropuerto trabajaban dos maleteros, Miguel Ángel Pozo Aparicio y Élmer Bonifacio Medrano Escobar. El primero fue el autor intelectual de la primera masacre relacionada al crimen organizado en El Salvador, la de siete miembros de una familia, los Gaytán, en el reparto Valle Nuevo de Ilopango. El segundo era, en 2011, el principal nexo del Chapo con El Salvador, según agentes de inteligencia policial en San Salvador y Tegucigalpa.

De acuerdo al informe fiscal citado arriba, para 1992, Pozo Aparicio y su grupo ya movían y almacenaban droga que el cartel de Sinaloa compraba a los herederos de Medellín en bodegas salvadoreñas. Una de ellas estaba en una hacienda conocida como La Marranera. Dos ex oficiales de inteligencia salvadoreños y un ex fiscal que vio casos de narcotráfico en aquellos años coinciden en que la cocaína que el Chapo iba a recoger a Acajutla en 1993 era parte de los cargamentos que Sinaloa también movía a través de estructuras como las de Pozo.

El informe de la fiscalía salvadoreña dice que la UEA encontró en La Marranera, en 1992, “importantes kilos” de cocaína. El informe no habla de un decomiso, sino de un tumbe, nombre que en el lenguaje de narcotraficantes se da al robo entre grupos del crimen organizado.
En aquellos expedientes judiciales e informes confidenciales que agentes salvadoreños elaboraron a partir de testimonios recabados en los noventa ya constan, de hecho, contrabandistas o narcotraficantes que construirían sus círculos de influencia gracias a las alianzas con algunos agentes de la UEA y a sus contactos con narcos colombianos y mexicanos. Uno de ellos es Medrano Escobar, cuyo nombre aparece en los oficios que levantó la UEA entre el 28 y el 30 de enero de 1992, tras las primeras capturas por el tumbe de La Marranera.
En 2011, la inteligencia policial salvadoreña presentó al ministerio de Seguridad un perfil revisado de Medrano Escobar luego que un reportaje periodístico revelara que la banda de narcotraficantes Los Perrones, del oriente salvadoreño, había reemprendido sus conctactos con el Chapo Guzmán y Sinaloa.
El reporte reitera que Medrano Escobar y Pozo Aparicio se conocieron en los 80 en Ilopango. En 1991, dice ese informe, Medrano Escobar utilizaba una empresa fachada, la Sociedad Importadora IMCOBA, para traer fardos de ropa desde Panamá; “en el interior de algunos fardos transportaban droga, que luego transportaban a La Marranera”, se lee. Medrano fue capturado en 1992 y en1995 por delitos relacionados al tráfico de drogas; en ambas ocasiones salió libre al poco tiempo.
Otro informe de 2011 detalla que Medrano Escobar se reunió con el Chapo Guzmán en La Brea, en el Atlántico hondureño entre el 24 y el 27 de noviembre de ese año. Un equipo de vigilancia de la policía salvadoreña detalla, en ese informe, que Medrano Escobar y otros miembros de la banda Los Perrones salieron de Pasaquina, en La Unión, el 23 de noviembre en una caravana de vehículos todoterreno. En Tegucigalpa, un asesor del ex presidente hondureño Ricardo Maduro, confirmó los contactos entre el Chapo Guzmán y narcos salvadoreño y de Honduras. “Se reunían en la zona de Atlántico y también cerca de El Paraíso”, dijo.
El perfil de Medrano Escobar insiste en que buena parte de sus movimientos, en sus inicios, partieron de sus contactos y experiencias en Ilopango. “Cuando lo arrestaron en 1995 le decomisaron un carné de Aeronáutica Civil (de sus días en el aeropuerto).
El prólogo a mediados de los 80

El centro neurálgico de trasiego de cocaína en El Salvador había sido, desde 1985, el aeropuerto de Ilopango, administrado por la Fuerza Aérea salvadoreña para todos los efectos prácticos. Por ahí entraban toneladas de cocaína desde Medellín. Así lo revelan varios documentos oficiales que Estados Unidos desclasificó a finales duratne los 90 sobre tras el escándalo Irán-Contra, la operación extraoficial ideada por la administración Reagan para abastacer a la Contra nicaraguense que utilizó a Ilopango como punto de embarque y desembarque.

Un informe del Congreso de Estados Unidos da cuenta del narcotráfico ligado a Ilopango. Es el resultado de una investigación especial dirigida por John Kerry, en 1986 presidente del subcomité de terrorismo, narcóticos y operaciones internacionales del senado, y desde 2012 secretario de estado de Estados Unidos.

Uno de los apartados del informe Kerry, publicado en octubre de 1986, revela que Washington pagó $806,000 a conocidos narcotraficantes para que llevaran ayuda a los contras a través de Ilopango. Uno de ellos era George Morales, un operador del Cartel de Medellín radicado en Miami. En 1983, Gary Betzner y Richard Healey, dos pilotos que movían droga para Morales, aterrizaron en Ilopango un DC-3 cargado de minas, explosivos y drogas.

Documento del FBI en el que Posada Carriles revela tratos con la FAES.
La CIA contrató en 1985 a Luis Faustino Clemente Posada Carriles, un mercenario anticastrista que recién había escapado de una cárcel venezolana, como operador logístico de la operación Irán-Contras en Ilopango. Jacobo Leiva, un oficial de la Fuerza Aérea salvadoreña (FAES), fue quien ayudó Posada a entrar a El Salvador, según el mercenario confirmó al FBI durante un interrogatorio en Tegucigalpa en 1992.

En la entrevista con los federales en Honduras, Posada detalla sobre los sobornos que pagaba al general Juan Rafael Bustillo, mandamás de la FAES, por gasolina y por el uso de la base aérea para el trasiego de armas y drogas.

“Posada tenía una cuenta con Bustillo y sus asistentes en la que depositaba dinero (a cambio) de gasolina para reabastecer los aviones de la operación... Posada pagaba entre $20,000 y $50,000 por gasolina a los salvadoreños... dinero que proveía el gobierno de Estados Unidos como ayuda externa”, dice un cable secreto del FBI que recoge la entrevista realizada en Tegucigalpa el 7 de febrero de 1992.

Armando Calderón Sol, hombre fuerte de ARENA y alcalde de San Salvador, revelaría en 1990 a oficiales de la embajada estadounidense que un grupo de oficiales del ejército salvadoreño se dedicaba al narcotráfico.

En este cable de Estados Unidos se lee: "(Armando) Calderón (Sol, entonces alcalde de San Salvador) insistió en que había 'elementos oscuros' en la Fuerza Armada con conexiones con drogas y otras operaciones ilegales que podrían haber ordenado los asesinatos de los jesutias para desacreditar a (el presdiente Alfredo) Cristiani.

Durante una reunión realizada el 5 de febrero de 1990, en la que estaban presentes Alfredo Cristiani, entonces presidente, y un oficial norteamericano no identificado, Calderón Sol dijo: “hay elementos oscuros en la Fuerza Armada que tienen conexiones con las drogas y otras operaciones ilegales”. En la reunión se discutía la participación de altos oficiales del ejército en los asesinatos de seis sacerdotes jesuitas y dos empleadas en noviembre del año anterior. Todo está consignado en el cable del Departamento de Estado SA001920.

La línea del tiempo del narcotráfico en El Salvador, en la que en 1993 aparece por primera vez Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, arranca en Ilopango, hace escala en los cinco kilos de cocaína de Acajutla -aun hoy el Departamento de Estado y la ONU señalan al principal puerto salvadoreño como punto de trasiego en el Pacífico centroamericano- y continúa en el oriente, con los mismos operadores.



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