miércoles, 9 de abril de 2014

La huella del Chapo en El Salvador (Parte III)

Rutas revitalizadas en Oriente

Última parte de la serie que publicó La Prensa Gráfica sobre el paso por El Salvador y Centro América de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, jefe del Cártel de Sinaloa. Reproduzco aquí esos textos, con algunas ediciones mías, que, además de hablar sobre los pasos del Chapo hablan sobre el desarrollo del crimen organizado en El Salvador y sobre su infiltración en el estado nacional. Buena parte de esta investigación sirvió de base para mi libro Infiltrados: Crónica de la corrupción en la PNC. (El sitio especializado InSight Crime ha hecho un excelente resumen de algunos capítulos del libro en español y en inglés).


Croquis y fotos de la pista El Jaguey, en el oriente del país, aún utilizada por bandas de narcotráfico.


El modelo de alianzas que el Chapo instaló en Centro América ha funcionado casi sin inconvenientes durante 20 años. La droga fluye por los corredores del Pacífico y el Atlántico que controlan los socios locales de Sinaloa: Entre 118 y 554 toneladas de cocaína –cifra récord según los reportes de inteligencia anti narcotráfico en la región– pasaron por esas rutas en 2011 según el Departamento de Estado, buena parte de ellas propiedad de Guzmán Loera. Ese año, arrestos y ajustes de cuentas entre narcos locales en Guatemala, El Salvador y Honduras modificaron los mapas, pero la operación de trasiego continúa con éxito.

Dos días antes de la Nochebuena de 2012, miembros de la banda Los Perrones se reunieron en el hotel Florencia de San Miguel con dos emisarios hondureños, agentes de la inteligencia militar salvadoreña y al menos dos líderes pandilleros, según confirmó un investigador que, encubierto, vigiló aquel encuentro. El asunto a tratar: el decomiso el 5 de diciembre en Peñas Blancas, en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, de 193 kilos de cocaína que la banda oriental movía para socios del Cártel de Sinaloa.

A partir de las nueve de la noche de ese 22 de diciembre, el agente infiltrado empezó a enviar a sus contactos en San Salvador fotos de los vehículos todoterreno que llegaron al Florencia. También enviaba mensajes de texto. En uno de ellos, al que el autor tuvo acceso, se lee: “Hay cumbre navideña de Perrones ahorita. Están… arreglando el negocio... Y están los que pasaron de perritos a perrones”, escribe el informante en referencia a los cambios en el liderazgo en la banda tras las capturas y condenas de Reynerio Flores Lazo y Juan María Medrano, dos de los transportistas más importantes de Sinaloa en la década de 2000.

Durante los dos años que pasaron entre la captura de Reynerio en Honduras -2010– y su condena a 80 años de cárcel, investigadores salvadoreños y hondureños intercambiaron información sobre los herederos del ex líder de Los Perrones y sobre los movimientos de droga atribuidos a la banda. La lectura de esos informes lleva a concluir que el flujo de cocaína nunca se detuvo. 
 
El 12 de septiembre de 2011, la policía costarricense detuvo un cargamento de 140 kilos de cocaína que, según la inteligencia salvadoreña, eran parte de otra carga de Sinaloa que movían Los Perrones.
Fue también en 2011 que Élmer Bonifacio Medrano Escobar, uno de los viejos líderes de la banda que había hecho contactos con Sinaloa desde finales de la década de los 90, viajó al Atlántico hondureño para, según la inteligencia de ese país, reunirse en persona con el Chapo Guzmán en La Brea.


Vehículos de miembros de Los Perrones y agentes del estado salvadoreño presentes en el Hotel Florencia de San Miguel en una reunión realizada el 22 de diciembre de 2012.


Antes de la reunión del Florencia, la banda de oriente ya se había reorganizado y algunos de sus viejos líderes habían cambiado de sede para ensanchar negocios. En San Miguel, Pasaquina y Santa Rosa de Lima, miembros más jóvenes del clan empezaban a controlar las rutas. 
 
En Honduras, José Natividad Luna Pereira (a) Chepe Luna, se reinventaba con éxito para seguir controlando negocios de trasiego con los proveedores mexicanos. Luna, uno de los socios fundadores de Los Perrones, había huido de El Salvador a mediados de la década pasada tras escapar de operativos armados para capturarlo que fallaron debido a filtraciones desde los más altos niveles de la PNC según ex funcionarios de dos gobiernos salvadoreños.

El 16 de octubre de 2011, un equipo de investigadores viajó desde El Salvador para, en coordinación con homólogos hondureños, seguir los pasos de Luna Pereira. Durante tres días, los detectives verificaron casas, oficinas y recorridos relacionados con la rutina del narco que plasmaron luego en un informe: Chepe Luna solía salir de su casa en la colonia Godoy de Tegucigalpa, cerca del aeropuerto Toncontín, en un Hyundai café o en un Kia blanco. Viajaba con una pistola Beretta. La siguiente parada: Talleres Ulúa, sede de una compañía de transportes que, según fiscales hondureños que emprendieron una proceso legal contra Luna en agosto de 2012, es fachada de una flota que también mueve droga de Sinaloa, ya no en El Salvador sino en Honduras.

Entre el 17 y el 18 de octubre, los detectives siguieron a Luna hasta una residencial privada llamada Manatiales, en la salida a carretera al sur, Tegucigalpa. Ahí, según un ex asesor de la Casa Presidencial hondureña en temas de seguridad, Luna se reunió en más de una ocasión con enviados del Chapo Guzmán.

Los investigadores salvadoreños concluyen su reporte de 2011 con una revelación: Luna, a pesar de haberse exiliado a Honduras tras los fallidos operativos policiales para capturarlo en El Salvador, seguía controlando movimientos de droga en la parte salvadoreña del Golfo de Fonseca. “De acuerdo a la información recabada esta persona permanece en Honduras, (pero) se mueve en el departamento fronterizo de Alianza y en un lugar conocido como Barrancones (al sur del salvadoreño departamento de La Unión, donde Luna empezó sus operaciones de trasiego en los 90)”.

Tráfico de cocaína por C.A. según agencias de Estados Unidos.
La muerte de “Truck”
2011 fue un año de restructuraciones para Los Perrones. Ese año, un ex militar que había hecho labores de inteligencia política para la derecha salvadoreña y durante la guerra de los 80 inteligencia militar contra la guerrilla, se convirtió en intermediario de Los Perrones con agentes antinarcóticos estadounidenses en Honduras, según confirmó un ex miembro de la banda. La mediación terminaría por costarle la vida.
El 27 de mayo de 2011 a las 9:20 a.m. según un reporte de la policía nicaragüense un tiroteo en la entrada de Chinandega terminó con la vida del ex capitán salvadoreño Salvador Augusto Guzmán Parada,alias “Truck”. En un informe en el que perfiló al ex militar tras su asesinato, la inteligencia policial salvadoreña asegura que una de las hipótesis del crimen está relacionada con la posibilidad de que la gente del “Gordo Paredes”, el narco guatemalteco que había sido uno de los primeros nexos del Chapo con los operadores centroamericanos de Sinaloa, haya ordenado la ejecución de “Truck” al enterarse de que había hablado con agentes de la DEA estadounidense.

Siete días antes de que lo asesinaran, Guzmán Parada llamó a uno de sus contactos en la inteligencia policial salvadoreña para decirle que el carro P348087, un Toyota Corolla verde del año 97, lo andaba siguiendo. Y reveló que el mismo carro aparecía siempre que él se reunía un “grupo de trabajo con el que analizaba estrategias legales” para aliviar la situación de Reynerio, condenado a 80 años de cárcel por tráfico. “Truck” había vista el carro el 1 de mayo, cerca de la casa número 12 de la Avenida Hueytepec de Arcos de Santa Elena, el suroeste de San Salvador, el lugar preferido del grupo de análisis en aquellos días.

Reporte de detención de Rómulo Antonio Portillo (a) Tony Sinaloa.
A finales de 2011 otro de los operadores de Sinaloa en El Salvador y Honduras cayó preso. El 1 de noviembre, una patrulla detuvo un bus de la empresa King Quality “a la latura de la posta policial El Tizatillo, salida al sur” –dice un reporte de la policía hondureña- por existir una orden internacional de difusión roja de interpol (sic). Cuando lo detuvieron aquel día, Rómulo AntonioPortillo, alias “Tony Sinaloa”, salía de Tegucigalpa tras pactar un cargamento de cocaína; todo era, en realidad, una trampa que le habían montado la DEA y unidades élite de Honduras y El Salvador para arrestarlo. Hoy, según expedientes policiales en El Salvador, Portillo colabora con las autoridades en Estados Unidos.

A pesar de los arrestos y las ejecuciones, de los reacomodos en los liderazgos, los flujos nunca se interrumpieron. La red que el Chapo Guzmán y sus emisarios armaron en El Salvador y Honduras resistió, se transformó y sobrevivió.




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