Última parte de la serie que publicó La Prensa Gráfica sobre el paso por El Salvador y Centro América de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el Chapo, jefe del Cártel de Sinaloa. Reproduzco aquí esos textos, con algunas ediciones mías, que, además de hablar sobre los pasos del Chapo hablan sobre el desarrollo del crimen organizado en El Salvador y sobre su infiltración en el estado nacional. Buena parte de esta investigación sirvió de base para mi libro Infiltrados: Crónica de la corrupción en la PNC. (El sitio especializado InSight Crime ha hecho un excelente resumen de algunos capítulos del libro en español y en inglés).
Croquis y fotos de la pista El Jaguey, en el oriente del país, aún utilizada por bandas de narcotráfico. |
El
modelo de alianzas que el Chapo instaló en Centro América ha
funcionado casi sin inconvenientes durante 20 años. La droga fluye
por los corredores del Pacífico y el Atlántico que controlan los
socios locales de Sinaloa: Entre 118 y 554 toneladas de cocaína
–cifra récord según los reportes de inteligencia anti
narcotráfico en la región– pasaron por esas rutas en 2011 según
el Departamento de Estado, buena parte de ellas propiedad de Guzmán
Loera. Ese año, arrestos y ajustes de cuentas entre narcos locales
en Guatemala, El Salvador y Honduras modificaron los mapas, pero la
operación de trasiego continúa con éxito.
Dos
días antes de la Nochebuena de 2012, miembros de la banda Los
Perrones se reunieron en el hotel Florencia de San Miguel con dos
emisarios hondureños, agentes de la inteligencia militar salvadoreña
y al menos dos líderes pandilleros, según confirmó un investigador
que, encubierto, vigiló aquel encuentro. El asunto a tratar: el
decomiso el 5 de diciembre en Peñas Blancas, en la frontera entre
Costa Rica y Nicaragua, de 193 kilos de cocaína que la banda
oriental movía para socios del Cártel de Sinaloa.
A
partir de las nueve de la noche de ese 22 de diciembre, el agente
infiltrado empezó a enviar a sus contactos en San Salvador fotos de
los vehículos todoterreno que llegaron al Florencia. También
enviaba mensajes de texto. En uno de ellos, al que el autor tuvo
acceso, se lee: “Hay
cumbre navideña de Perrones ahorita. Están… arreglando el
negocio... Y están los que pasaron de perritos a perrones”,
escribe el informante en referencia a los cambios en el liderazgo en
la banda tras las capturas y condenas de Reynerio Flores Lazo y Juan
María Medrano, dos de los transportistas más importantes de Sinaloa
en la década de 2000.
Durante
los dos años que pasaron
entre la captura de Reynerio en Honduras -2010– y su condena a 80
años de cárcel, investigadores salvadoreños y hondureños
intercambiaron información sobre los herederos del ex líder de Los
Perrones y sobre los movimientos de droga atribuidos a la banda. La
lectura de esos informes lleva a concluir que el flujo de cocaína
nunca se detuvo.
El
12 de septiembre de 2011, la policía costarricense detuvo un
cargamento de 140 kilos de cocaína que, según la inteligencia
salvadoreña, eran parte de otra carga de Sinaloa que movían Los
Perrones.
Fue
también en 2011 que Élmer Bonifacio Medrano Escobar, uno de los
viejos líderes de la banda que había hecho contactos con Sinaloa
desde finales
de la década de los 90, viajó al Atlántico hondureño para, según
la inteligencia de ese país, reunirse en persona con el Chapo Guzmán
en La Brea.
Vehículos de miembros de Los Perrones y agentes del estado salvadoreño presentes en el Hotel Florencia de San Miguel en una reunión realizada el 22 de diciembre de 2012. |
Antes
de la reunión del Florencia, la banda de oriente ya se había
reorganizado y algunos de sus viejos líderes habían cambiado de
sede para ensanchar negocios. En San Miguel, Pasaquina y Santa Rosa
de Lima, miembros más jóvenes del clan empezaban a controlar las
rutas.
En
Honduras, José
Natividad Luna Pereira (a) Chepe Luna, se reinventaba con éxito para
seguir controlando negocios de trasiego con los proveedores
mexicanos. Luna, uno de los socios fundadores de Los Perrones, había
huido de El Salvador a mediados de la década pasada tras escapar de
operativos armados para capturarlo que fallaron debido a filtraciones
desde los más altos niveles de la PNC según ex funcionarios de dos
gobiernos salvadoreños.
El
16 de octubre de 2011, un equipo de investigadores viajó desde El
Salvador para, en coordinación con homólogos hondureños, seguir
los pasos de Luna Pereira. Durante tres días, los detectives
verificaron casas, oficinas y recorridos relacionados con la rutina
del narco que plasmaron luego en un informe:
Chepe Luna solía salir de su casa en la colonia Godoy de
Tegucigalpa, cerca del aeropuerto Toncontín, en un Hyundai café o
en un Kia blanco. Viajaba con una pistola Beretta. La siguiente
parada: Talleres Ulúa, sede de una compañía de transportes que,
según fiscales hondureños que emprendieron una proceso legal contra
Luna en agosto de 2012, es fachada de una flota que también mueve
droga de Sinaloa, ya no en El Salvador sino en Honduras.
Entre
el 17 y el 18 de octubre, los detectives siguieron a Luna hasta una
residencial privada llamada Manatiales, en la salida a carretera al
sur, Tegucigalpa. Ahí, según un ex asesor de la Casa Presidencial
hondureña en temas de seguridad, Luna se reunió en más de una
ocasión con enviados del Chapo Guzmán.
Los
investigadores salvadoreños concluyen su reporte de 2011 con una
revelación: Luna, a pesar de haberse exiliado a Honduras tras los
fallidos operativos policiales para capturarlo en El Salvador, seguía
controlando movimientos de droga en la parte salvadoreña del Golfo
de Fonseca. “De acuerdo a la información recabada esta persona
permanece en Honduras, (pero) se mueve en el departamento fronterizo
de Alianza y en un lugar conocido como Barrancones (al sur del
salvadoreño departamento de La Unión, donde Luna empezó sus
operaciones de trasiego en los 90)”.
Tráfico de cocaína por C.A. según agencias de Estados Unidos. |
La
muerte de “Truck”
2011
fue un año de restructuraciones para Los Perrones. Ese año, un ex
militar que había hecho labores de inteligencia política para la
derecha salvadoreña y durante la guerra de los
80 inteligencia militar contra la guerrilla, se convirtió en
intermediario de Los Perrones con agentes antinarcóticos
estadounidenses en Honduras, según confirmó un ex miembro de la
banda. La mediación terminaría por costarle la vida.
El
27 de mayo de 2011 a las 9:20 a.m. según un reporte de la policía
nicaragüense un tiroteo en la entrada de Chinandega terminó con la
vida del ex capitán salvadoreño Salvador Augusto Guzmán Parada,alias “Truck”. En un informe en el que perfiló al ex militar
tras su asesinato, la inteligencia policial salvadoreña asegura que
una de las hipótesis del crimen está relacionada con la posibilidad
de que la gente del “Gordo Paredes”, el narco guatemalteco que
había sido uno de los primeros nexos del Chapo con los operadores
centroamericanos de Sinaloa, haya ordenado la ejecución de “Truck”
al enterarse de que había hablado con agentes de la DEA
estadounidense.
Siete
días antes de que lo asesinaran, Guzmán Parada llamó a uno de sus
contactos en la inteligencia policial salvadoreña para decirle que
el carro P348087, un Toyota Corolla verde del año 97, lo andaba
siguiendo. Y reveló que el mismo carro aparecía siempre que él se
reunía un “grupo de trabajo con el que analizaba estrategias
legales” para aliviar la situación de Reynerio, condenado a 80
años de cárcel por tráfico. “Truck” había vista el carro el 1
de mayo, cerca de la casa número 12 de la Avenida Hueytepec de Arcos
de Santa Elena, el suroeste de San Salvador, el lugar preferido del
grupo de análisis en aquellos días.
Reporte de detención de Rómulo Antonio Portillo (a) Tony Sinaloa. |
A
finales de 2011 otro de los operadores de Sinaloa en El Salvador y
Honduras cayó preso. El 1 de noviembre, una patrulla detuvo un bus
de la empresa King Quality “a la latura de la posta policial El
Tizatillo, salida al sur” –dice un reporte de la policía
hondureña- por existir una orden internacional de difusión roja de
interpol (sic). Cuando lo detuvieron aquel día, Rómulo AntonioPortillo, alias “Tony Sinaloa”, salía
de Tegucigalpa tras pactar un cargamento de cocaína; todo era, en
realidad, una trampa que le habían montado la DEA y unidades élite
de Honduras y El Salvador para arrestarlo. Hoy, según expedientes
policiales en El Salvador, Portillo colabora con las autoridades en
Estados Unidos.
A
pesar de los arrestos y las ejecuciones, de los reacomodos en los
liderazgos, los flujos nunca se interrumpieron. La red que el Chapo
Guzmán y sus emisarios armaron en El Salvador y Honduras resistió,
se transformó y sobrevivió.
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